El Coliseo de Almedinilla acogerá otra secuencia del documental histórico ‘Séneca y Lucano, el imperio de la virtud’.
El equipo del proyecto cinematográfico “Séneca y Lucano, el imperio de la virtud”, producido por Mael Producciones, volverá a visitar dentro de unos pocos meses la localidad de Almedinilla para realizar la grabación de otra secuencia en las instalaciones de su Coliseo.
Este documental histórico está dirigido por Miguel Ángel y Fátima Entrenas, quien cuenta a este periódico que “hemos contactado con un grupo de especialistas para firmar en torno al próximo mes de abril una secuencia espectacular en el Coliseo de Almedinilla basada en las populares carreras de cuádrigas”.
Con esta sería la segunda vez que este recinto acoge una grabación de este film después de que en el pasado mes de noviembre, tras recibir la aprobación del ayuntamiento, se utilizara para rodar una lucha de gladiadores y otra de gladiadoras interpretada por el grupo de recreación histórica “Vlpia Aelia” y de la que formaron parte muchos vecinos de Almedinilla.
Para esta próxima grabación, Fátima Entrenas vuelve a hacer un llamamiento para que la ciudadanía de Almedinilla acuda a la grabación de este proyecto sin ánimo de lucro en el que participan unas 300 personas entre figurantes, equipo de vestuario o profesionales técnicos, y que espera ver la luz dentro de un año con el objetivo principal de que sea divulgado por los centros educativos de la provincia para poner en valor el patrimonio tanto material como inmaterial de la misma.
“Séneca y Lucano, el imperio de la virtud” se trata de un documental de ficción que comienza con la historia de estos dos personajes cordobeses para abordar diferentes temas sociales como el suicidio o la figura femenina a través de su representación teatral por parte del alumnado de Arte Dramático.
Les dejamos con el primer teaser de “Séneca y Lucano, el imperio de la virtud” basado en la secuencia de lucha de gladiadores en presencia de Nerón (Jesús Jaén) interpretado por el grupo de recreación histórica Vlpia Aelia, rodado en el Coliseo de Almedinilla.
El cineasta Miguel Ángel Entrenas muestra la relación entre el pintor y el escritor en una película que se estrena el jueves en el Teatro Góngora.
Hay amistades en la vida que son circunstanciales, una especie de bengala que cruza el cielo y se apaga, y otras que, cual si fuesen ríos, se extienden a lo largo, como diría el poeta Gil de Biedma. De este último estilo, de las que sólo se cierran cuando llega la parca, fue la amistad que protagonizaron un escritor gallego y un pintor andaluz, emblemas ambos de la cultura del siglo XX español.
De un lado, Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, 1866 – Santiago de Compostela, 1936) y de otro Julio Romero de Torres (Córdoba 1874-1930). La afinidad humana, estética e incluso ideológica los unió durante más de dos décadas y de ese vínculo da ahora cuenta la película «Valle-Inclán y Julio Romero, un pintor para una ciudad», dirigida por el cineasta cordobés Miguel Ángel Entrenas y que se estrenará el próximo jueves a las 21.30 horas en el Teatro Góngora dentro del programa del Concurso Nacional de Arte Flamenco.
La película tiene su eje en una conversación ficcionada que mantienen, ya en su madurez, Valle y Julio Romero en el Círculo de la Amistad, según explica Entrenas. Alrededor de ella se vertebran varios «flashback» en los que se relatan pasajes diversos de la vida del autor de «La chiquita piconera».
Por ejemplo, el periodo que pasó en Porcuna pintando frescos en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción o los testimonios del artista sobre su trabajo con diferentes modelos femeninas como Carasucia o La Cartulina, joven a la que asesinó su novio alimentando así la crónica negra de la época.
El guion y el estudio histórico ha corrido a cargo del profesor y poeta Carlos Clementson, que se ha valido de diferentes documentos y también de las entrevistas que el periodista Corpus Barga, nacido en Madrid pero muy vinculado a la localidad pedrocheña de Belalcázar, le realizó al pintor. Allí, bajo el clima de amistad que les unía a ambos, Romero de Torres le habló de esas jóvenes modelos que tan importantes fueron para su obra.
En cuanto a la relación entre Valle y Julio Romero, los promotores de esta cinta han contado con las investigaciones de Mercedes Valverde, gran especialista en la vida y obra del pintor y directora del Museo que lleva su nombre en el Potro hasta su jubilación, hace escasos meses. Valverde ya escribió en 2003, en el número 4 de la revista «Airiños» de la Casa de Galicia, un documentado y esclarecedor artículo en el que quedaba claro que la amistad entre el dramaturgo y poeta y el pintor no fue cosa superficial sino algo hondo.
«La profunda y entrañable amistad que Valle tuvo con Julio Romero va más allá de las tertulias de café y hay numerosos documentos y estudios que atestiguan cómo esta relación perduró hasta después de la muerte del pintor», explica la especialista. De acuerdo a la investigaciones de Valverde, los primeros contactos entre ambos creadores debieron suceder en torno a 1906, que es el año en el que Romero de Torres se hizo célebre en Madrid por el revuelo que causó en la Exposición Nacional su obra «Vividoras del amor», que fue rechazada por su temática prostibularia, considerada inmoral. Sospecha la especialista que esa polémica, unida a la amistad que los Romero de Torres tenían previamente con los Baroja, le abrió las puertas al pintor cordobés de los cenáculos intelectuales de la capital española, centro en aquel tiempo de la edad de plata de la cultura hispánica y a la que poco después llegaría de forma ya continuada para establecerse y abrir estudio.
La influencia mutua
De la amistad entre pintor y escritor quedan testimonio en alguna postal que se ha conservado y, más ampliamente, en la hemeroteca, pues no fueron pocas las veces en las que el autor de «Luces de bohemia» dispuso su pluma genial y apasionada para defender la pintura del artista cordobés.
La primera de ellas tuvo lugar en mayo de 1908, cuando en el diario «El Mundo» escribió el autor gallego: «Este gran artista, desdeñoso y silencioso, nos consuela de esa pintura bárbara de manchas y brochazos, donde jamás se encuentra la expresión de la línea, lo augusto del color, y la notable armonía de la composición…». También de ese mismo año, procede la postal que se puede ver en estas líneas y en la que el escritor agradece a los hermanos Julio y Enrique Romero de Torres el envío de unos azulejos y les habla de la gripe que había padecido su esposa, Josefina Blanco, y que la había tenido muy delicada. También da recuerdos para Paca, que era el nombre familiar con el que se conocía a la mujer de Julio Romero de Torres, Francisca Pellicer.
El vínculo entre los artistas se va extendiendo en esos años por las tertulias del Café de Levante y en las reuniones que mantenían con otros intelectuales en el estudio madrileño de Julio Romero, donde solían merendar el consabido café con tortas. De ese ambiente tan del momento quedan algunas imágenes posteriores, de los años 20, como la que aparece en esta fotografía y que fue tomada en 1926 durante el rodaje de la película «La malcasada». Aparecen en ella Valle y Julio junto a la actriz María Banquer, mientras en el suelo descansa tranquilón el mítico perro «Pacheco», galgo con nombre de bandolero que acompañaría al pintor con admirable fidelidad canina hasta la muerte. De fondo se pueden ver en cuidada composición, según explica Mercedes Valverde, algunas de las obras maestras de Julio, como «Rivalidad» o «Naranjas y limones». Refleja bien esa imagen esos años en los que el gallego y el cordobés mantuvieron lazos con decenas de escritores y artistas y también con toreros como Juan Belmonte, al que llegaron a hacerle un homenaje.
Durante esas décadas de amistad Valle Inclán, según recuerda Valverde, nunca dejó de escribir bien de Romero de Torres y de identificar su propia forma de ver el arte con la del creador cordobés. Llevó su nombre incluso a América, donde don Ramón ofreció conferencias en numerosos países, en las que siempre acaba apareciendo Romero de Torres como uno de los grandes representantes de la pintura española del momento. También en la ciudad argentina de Buenos Aires le escribió Valle el prólogo al catálogo de la exposición que protagonizó el artista cordobés en la sala Witcomb, con tal éxito de público que se vendieron casi todos los lienzos que habían cruzado el Atlántico.
«Julio Romero de Torres sabe que la verdad esencial no es la baja verdad que descubren los ojos sino aquella otra que sólo descubre el espíritu unido a un oculto ritmo de emoción y de armonía que es el goce estético», explica Valle-Inclán en ese documento ya histórico. Julio, por su parte, también demostró esa conexión en uno de los pocos textos que se le conocen, el ensayo «Qué debe ser la pintura», de 1914. «Valle-Inclán, el gran maestro, lo ha dicho de la manera más concisa y feliz: nada es como es, sino como se recuerda», escribió.
La larga amistad de estos grandes personajes del siglo XX, que también compartieron fe ideológica en el partido Alianza Republicana durante el crepúsculo del reinado alfonsino, concluyeron con la muerte por problemas hepáticos de Julio Romero de Torres, acaecida en mayo de 1930 y apenas dos meses después de que su obra hubiese triunfado en la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Cuenta la leyenda que el perro «Pacheco» lloró la muerte de su amo durante varios días. También Valle-Inclán lamentó dolorido la marcha del amigo en el «Diario de Córdoba» con varios artículos que fueron apareciendo en la conmemoración de la muerte del artista durante los años siguientes. De ellos procede una frase magnífica de hondas resonancias: «No hubo jamás hombre ni artista a quien cuadrase con tanta justeza la inspirada expresión de poeta como a nuestro Julio Romero de Torres. Sonoros de nobles resonancias antiguas el corazón generoso y la estética de su pintura. Finos de la más pura emoción el alma y los pinceles». Valga este lírico elogio del autor gallego, que habría de morir a inicios del 36 y justo antes de que comenzase a resonar por España el sordo tambor de la guerra.
La nueva sala de la Fundación Caja Rural del Sur retoma su actividad con un ciclo de cine impulsado por la productora cordobesa sin ánimo de lucro Mael Producciones que bajo el lema Una mirada al cine de mael producciones, muestra al público los proyectos que no ha podido sacar a la luz al completo debido al periodo de confinamiento.
Esta productora sin ánimo de lucro, centrada en historias inspiradas en personajes y en localizaciones de nuestra ciudad y nuestra historia, obtuvo recientemente el premio a la Innovación Educativa de la Cátedra Intercultural de la Universidad de Córdoba.
Las proyecciones, todas ellas dirigidas por Miguel Ángel y Fátima Entrenas, tendrán lugar en el Centro Cultural de la Fundación Caja Rural del Sur, situado en calle La Radio Nº 1; comenzarán a las 19.00 horas, y serán seguidas por un coloquio sobre las mismas, en las que intervendrán destacados profesores y académicos de nuestra ciudad, cuyos nombres y protagonistas pasamos a enumerar:
Día 18 de abril, lunes: Se proyectarán los mediometrajes: San Juan de la Cruz y La Chiquita Piconera. Intervinientes en el coloquio: Carlos Clementson y Fátima Entrenas
Día 19 de abril, martes se proyectará Góngora, brillante oscuridad. Coloquio dirigido por Manuel Gahete y Fátima Entrenas.
Día 20 de abril, miércoles será el turno de Inca Garcilaso, el mestizo. Coloquio protagonizado por José Antonio Mazzotti, Fátima Entrenas y Carlos Clementson.
l día 21 de abril, jueves está prevista Julio Romero de Torres, un pintor para una ciudad. Coloquio dirigido por Mercedes Valverde.
La muestra ofrece una oportunidad perfecta para volver a disfrutar de estos títulos que han cosechado entre otros el reconocimiento de los académicos más prestigiosos de Córdoba, como Carlos Clementson, Manuel Gahete, Mercedes Osuna, Julia Hidalgo, José Antonio Mazzotti, José María Palencia, Mercedes Valverde, Manuel Ángel Jiménez. Por un lado, ganadoras entre otros de Premios al Mejor Actor Juan Carlos Villanueva, en el festival de cine de Punta Umbría de Huelva, Nieves Castro mejor actriz, medalla de Oro Internacional de la UNICA en Hammamet (Túnez), y por otro lado, cintas como el Inca Garcilaso que han triunfado en Cuba, México, Canadá, EEUU, Francia, Shanghái y Pekín (China).
El cineasta Miguel Ángel Entrenas muestra la relación entre el pintor y el escritor en una película que se estrena el jueves en el Teatro Góngora.
Hay amistades en la vida que son circunstanciales, una especie de bengala que cruza el cielo y se apaga, y otras que, cual si fuesen ríos, se extienden a lo largo, como diría el poeta Gil de Biedma. De este último estilo, de las que sólo se cierran cuando llega la parca, fue la amistad que protagonizaron un escritor gallego y un pintor andaluz, emblemas ambos de la cultura del siglo XX español.
De un lado, Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, 1866 – Santiago de Compostela, 1936) y de otro Julio Romero de Torres (Córdoba 1874-1930). La afinidad humana, estética e incluso ideológica los unió durante más de dos décadas y de ese vínculo da ahora cuenta la película «Valle-Inclán y Julio Romero, un pintor para una ciudad», dirigida por el cineasta cordobés Miguel Ángel Entrenas y que se estrenará el próximo jueves a las 21.30 horas en el Teatro Góngora dentro del programa del Concurso Nacional de Arte Flamenco.
La película tiene su eje en una conversación ficcionada que mantienen, ya en su madurez, Valle y Julio Romero en el Círculo de la Amistad, según explica Entrenas. Alrededor de ella se vertebran varios «flashback» en los que se relatan pasajes diversos de la vida del autor de «La chiquita piconera».
Por ejemplo, el periodo que pasó en Porcuna pintando frescos en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción o los testimonios del artista sobre su trabajo con diferentes modelos femeninas como Carasucia o La Cartulina, joven a la que asesinó su novio alimentando así la crónica negra de la época.
El guion y el estudio histórico ha corrido a cargo del profesor y poeta Carlos Clementson, que se ha valido de diferentes documentos y también de las entrevistas que el periodista Corpus Barga, nacido en Madrid pero muy vinculado a la localidad pedrocheña de Belalcázar, le realizó al pintor. Allí, bajo el clima de amistad que les unía a ambos, Romero de Torres le habló de esas jóvenes modelos que tan importantes fueron para su obra.
En cuanto a la relación entre Valle y Julio Romero, los promotores de esta cinta han contado con las investigaciones de Mercedes Valverde, gran especialista en la vida y obra del pintor y directora del Museo que lleva su nombre en el Potro hasta su jubilación, hace escasos meses. Valverde ya escribió en 2003, en el número 4 de la revista «Airiños» de la Casa de Galicia, un documentado y esclarecedor artículo en el que quedaba claro que la amistad entre el dramaturgo y poeta y el pintor no fue cosa superficial sino algo hondo.
«La profunda y entrañable amistad que Valle tuvo con Julio Romero va más allá de las tertulias de café y hay numerosos documentos y estudios que atestiguan cómo esta relación perduró hasta después de la muerte del pintor», explica la especialista. De acuerdo a la investigaciones de Valverde, los primeros contactos entre ambos creadores debieron suceder en torno a 1906, que es el año en el que Romero de Torres se hizo célebre en Madrid por el revuelo que causó en la Exposición Nacional su obra «Vividoras del amor», que fue rechazada por su temática prostibularia, considerada inmoral. Sospecha la especialista que esa polémica, unida a la amistad que los Romero de Torres tenían previamente con los Baroja, le abrió las puertas al pintor cordobés de los cenáculos intelectuales de la capital española, centro en aquel tiempo de la edad de plata de la cultura hispánica y a la que poco después llegaría de forma ya continuada para establecerse y abrir estudio.
La influencia mutua
De la amistad entre pintor y escritor quedan testimonio en alguna postal que se ha conservado y, más ampliamente, en la hemeroteca, pues no fueron pocas las veces en las que el autor de «Luces de bohemia» dispuso su pluma genial y apasionada para defender la pintura del artista cordobés.
La primera de ellas tuvo lugar en mayo de 1908, cuando en el diario «El Mundo» escribió el autor gallego: «Este gran artista, desdeñoso y silencioso, nos consuela de esa pintura bárbara de manchas y brochazos, donde jamás se encuentra la expresión de la línea, lo augusto del color, y la notable armonía de la composición…». También de ese mismo año, procede la postal que se puede ver en estas líneas y en la que el escritor agradece a los hermanos Julio y Enrique Romero de Torres el envío de unos azulejos y les habla de la gripe que había padecido su esposa, Josefina Blanco, y que la había tenido muy delicada. También da recuerdos para Paca, que era el nombre familiar con el que se conocía a la mujer de Julio Romero de Torres, Francisca Pellicer.
El vínculo entre los artistas se va extendiendo en esos años por las tertulias del Café de Levante y en las reuniones que mantenían con otros intelectuales en el estudio madrileño de Julio Romero, donde solían merendar el consabido café con tortas. De ese ambiente tan del momento quedan algunas imágenes posteriores, de los años 20, como la que aparece en esta fotografía y que fue tomada en 1926 durante el rodaje de la película «La malcasada». Aparecen en ella Valle y Julio junto a la actriz María Banquer, mientras en el suelo descansa tranquilón el mítico perro «Pacheco», galgo con nombre de bandolero que acompañaría al pintor con admirable fidelidad canina hasta la muerte. De fondo se pueden ver en cuidada composición, según explica Mercedes Valverde, algunas de las obras maestras de Julio, como «Rivalidad» o «Naranjas y limones». Refleja bien esa imagen esos años en los que el gallego y el cordobés mantuvieron lazos con decenas de escritores y artistas y también con toreros como Juan Belmonte, al que llegaron a hacerle un homenaje.
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